Hay, sin duda, una confusión importante entre utilitarismo clásico y utilitarismo de las preferencias, esta última una noción añadida, posterior a Bentham y a Stuart Mill, por teóricos de la ética que no han asimilado en toda su amplitud la teoría de Mill.
En su artículo «La utilidad y el bien» escribe Robert E.Goodin:
La versión moderna más común sustituye la psicología hedonista del propio Bentham por la noción de «satisfacción de la preferencia.» Según esta idea lo que se maximiza - y, para dar mordiente ética a la noción, los utilitaristas de la preferencia tienen que aãdir «y debe maximizarse» - no es el equilibrio de placeres sobre dolores, sino más bién la satisfación de las preferencias en sentido más general. Esta última subsume a la primera, en la gran mayoría de casos en los que la psicología-con-ética hedonista de Bentham estaba en general en el camino correcto. Pero además deja lugar para explicar aquellos casos en los que no estaba.»
«En ocasiones, llevamos a cabo actos de autosacrificio, donando un dinero difícilmente ganado, o permaneciendo al margen para que otros aspirantes más merritorios puedan conseguir su justa recompensa, o arrojándose sobre granadas de mano activas para salvar de una muerte segura a nuestros compañeros. Podría decirse cinicamente que, a la postre, realizamos todos estes actos filantrópicos hacia los demás para nuestros propios fines ulteriores - si no más que para aplacar nuestra propia conciencia.Con todo, sea cual sea la satisfacción que obtengamos de esos actos no es fácil describirlas en termos abiertamente hedonistas. Igualmente, cuando un corredor de maratón soporta una gran agonía para conseguir el mejor tiempo personal o cuando los presos republicanos sufren torturas en vez de traicionar a suas camaradas, de nuevo la satisfacción que obtienen es dificil definirla en términos hedonistas».
(Robert E.Goodin in Peter Singer (ed), Compendio de Ética,Alianza Editorial, pag 339-340; el bold es nuestro)
En apariencia, si un soldado escoge morir disparando sin cesar sobre el enemigo permitiendo que 20 colegas suyos huyan y salven sus vidas, se trataria de utilitarismo de preferencias y no de utilitarismo clásico. Pero, si el soldado abandona el placer físico de vivir, por medio del sacrificio altruísta del combate, ¿no está huyendo del dolor moral que es el remordimiento que sentiría a lo largo de toda su vida posterior en caso de que se hubiera salvo y 18 de sus compañeros hubieran perecido bajo el fuego enemigo? La satisfacción de preferencias se estriba en el placer y el dolor, si no de un modo inmediato al menos de un modo mediato e indirecto, al contrario de lo que teoriza Goodin.
Stuart Mill escribió en su obra «Utilitarismo» :
«La moralidad utilitarista reconoce, por supuesto, en los seres humanos el poder de sacrificar su bién más grande en aras del bien de los otros. Sólo rechaza admitir que el sacrificio es, en sí mismo, un bien. La moralidad utilitarista considera desperdiciado cualquier sacrificio que no aumente, o no tienda a aumentar, la cuantidad total de felicidad. La única auto renuncia que aplaude es la dedicación a la felicidad, o a algunos de los medios de la felicidad, de los otros; sea de la humanidad tomada colectivamente, sea de individuos (de acuerdo con los límites impuestos por los intereses colectivos de la humanidad).» (Stuart Mill, El utilitarismo, pag 63 de la edición portuguesa).
Mill clasificaba la actitud de sacrificio a favor de otros como utilitarismo, pero otros como Robert Goodin y Peter Singer, la clasifican de utilitarismo de las preferencias «distinto al utilitarismo clássico»... Es que estos dos teóricos contemporaneos no parecen haber aprehendido el utilitarismo en todas sus facetas. En toda la actitud utilitarista hay una preferencia: hay que preferir la mayoría a la minoría, hay que preferir lanzar al paro a 150 obreros de una empresa para salvar esta y mantener en ella a 400 otros obreros en laboración, etc., etc. Por quê, entonces, inventar el "utilitarismo de las preferencias", que no es sino un "flatus vocis", una formulación tautológica del utilitarismo?
Es así la filosofía analítica de Goodin y Singer: de tanto utilizar la «micro división» - las preferencias contra las «no preferencias» - acaba perdiendo la visión de síntesis que sólo la dialéctica puede aportar.
Nota: No Centro de Formação Margens do Guadiana, com sede na Escola Secundária com 3º Ciclo Diogo de Gouveia, R. Luís de Camões, 708-508 BEJA (telefone: 284 328 063), estão abertas as inscrições para a acção de formação para professores de filosofia (Grupo 410) «A teoria geral dos valores e a Ética, na perspectiva do método dialéctico», equivalente a dois créditos,50 horas de duração (50HP), CCPFC/ACC 52326/08 CF. O formador é o autor deste blog.
© (Direitos de autor para Francisco Limpo de Faria Queiroz)
No seu artigo "A eliminação do Descritivismo através da Análise Lógica", Pedro Galvão, da Universidade de Lisboa, enreda-se na dicotomia confusa utilitarismo das preferências/ utilitarismo clássico em que Richard M. Hare se afunda igualmente. Escreve Galvão:
«O utilitarismo de Hare é também objectivo, e não subjectivo: o acto certo certo não é aquele que, ponderados os resultados possíveis de cada curso de acção disponível e as suas respectivas probabilidades, maximiza a utilidade esperada, mas aquele que efectivamente dá origem ao maior total de bem estar. Por fim importa sublinhar que Hare não identifica o bem-estar com o prazer e a ausência da dor, nem com a fruição de uma pluralidade de bens, mas com a satisfação de desejos ou preferências.Constitui assim um exemplo de utilitarismo de preferências.» (Pedro Galvão, A eliminação do descritivismo através da análise lógica da linguagem, in "Do Círculo de Viena à Filosofia Analítica Contemporânea", coordenação de António Zilhão, , Sociedade Portuguesa de Filosofia, Lisboa, 2007, pag 343; o negrito é nosso).
A confusão em que está imerso Pedro Galvão lança a perplexidade: então o bem-estar, para Hare, é a satisfação de desejos e preferências mas não o prazer e a ausência de dor? Mas é possível que a satisfação de desejos exclua o prazer?
É óbvio que não.
Na passagem acima, voltamos a encontrar a miragem ou imagem míope que é a distinção entre utilitarismo clássico que «maximiza a utilidade esperada» e utilitarismo «das preferências». Uma confusão típica dos pequenos intelectuais da ética que não atingem o patamar da visão de conjunto.
Qual a diferença entre "maximizar a utilidade esperada", expressão ambígua, e "dar origem ao maior bem-estar total"?
Quanto a proclamar que "o utilitarismo de Hare é objectivo e não subjectivo" constitui um erro parcial: todo o utilitarismo é simultaneamente objectivo e subjectivo. É objectivo no princípio de criar o maior grau de satisfação possível dos sujeitos envolvidos e subjectivo na determinação do modo concreto de o fazer.
No entanto, Hare é um filósofo confuso nas suas divisões teóricas taxonómicas: insere o subjectivismo como uma modalidade do descritivismo e não considera haver um prescritivismo subjectivista.
«Podemos citar aún otro tipo de descriptivismo, a saber, el subjectivismo. Este término se utiliza de manera muy vaga, pero aquí lo asociaremos en sentido estricto a aquel tipo de descriptivismo naturalista según el cual el significado de "debe" y otros términos morales es describir las actitudes o sentimientos de las personas - por ejemplo, atribuir a las personas en general, o a quien pronuncia la oración, una actitud o sentimiento de aprobación o desaprobación hacia cierto tipo de acto.» (R.M.Hare, El prescriptivismo universal, in Compendio de Ética, Peter Singer (ed), Alianza Diccionarios, pag. 609; o bold é posto por nós).
Ora é fácil conceber que há um prescritivismo subjectivista patente, por exemplo, na frase:
«Age como entenderes, no teu próprio interesse!»
Hare é, portanto, um teórico de segunda linhagem, envolto nas névoas da confusão. Não concebe o carácter ubíquo do subjectivismo, situado ora na planície do descritivismo ora no planalto do prescritivismo.
Voltando ao tema do utilitarismo, verifica-se que o seguinte excerto de R.M.Hare insere as preferências no utilitarismo clássico, pelo menos aparentemente, como fazia Mill, e em nada confirma, antes pelo contrário, a dicotomia mantida por Pedro Galvão entre utilitarismo de Mill e utilitarismo das preferências:
«Un posible recurso para quien busca las necesarias limitaciones al pensamiento moral consiste en decir que a menos que se considere a la persona, en cuyo lugar me imagino estar, en pie de igualdad conmigo mismo, mostrando un igual interés por ella, en realidad no me imagino que yo sea esa persona. Esto supone considerar que sus propias preferencias tienen igual importancia que mis propias preferencias actuales, y formar así preferencias para la situación hipotética en la que yo soy ella, de igual fuerza que las que ella tiene en realidad.»
«Esto es lo que supone seguir la Regla de Oro, hacer a los demás lo que deseamos que nos hagan a nosotros, y querer a nuestro prójimo como a nosotros mismos. También está implícito en la máxima de Bentham «todo el mundo vale lo que uno, nadie más que uno» (citado in Mill, 1861, cap 5, s.f.) » (R.M.Hare, El prescriptivismo universal, in Compendio de Ética, Peter Singer (ed), Alianza Diccionarios, pag. 617; o bold é posto por nós).
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Alguns autores distinguem, equivocamente, entre utilitarismo clássico e utilitarismo das preferências. Pedro Madeira, tradutor para português de uma obra de Stuart Mill, um dos que perfilha essa nebulosa distinção, escreveu:
«Ao longo do Utilitarismo, Mill fala na importância de maximizar o prazer. Durante o século XX, vários filósofos preferiram deixar de falar em maximizar o prazer, e passaram a falar em maximizar a satisfação das preferências. A este tipo de utilitarismo é comum chamar-se "utilitarismo das preferências".
«A diferença entre esta versão de utilitarismo e as versões mais tradicionais como a de Mill, pode ser ilustrada através do seguinte exemplo: suponhamos que damos a escolher a uma pessoa entre ficar medianamente feliz, como está agora, e ficar muito feliz, mas perder todas as memórias e serem-lhe dadas novas memórias, e uma nova identidade. A segunda opção maximizaria, certamente, a utilidade. Mas devemos fazê-lo? Não; se uma pessoa manifesta expressamente a sua preferência por A, em detrimento de B, então, a não ser que tenhamos razão para pensar que a pessoa está a ser irracional ou ignora factos relevantes, há uma presunção a favor da ideia de que devemos deixar que a pessoa escolha A. Ao passo que as versões mais tradicionais do utilitarismo obrigam a escolher a segunda opção, porque isso maximiza o prazer, o utilitarismo das preferências permite escolher a primeira opção, se for essa a preferência da pessoa em causa.» (Pedro Madeira, Introdução in O Utilitarismo, de John Stuart Mill, Gradiva, pags. 23-24; o negrito é nosso)
Como é que Pedro Madeira pode garantir que o utilitarismo clássico de Mill obriga uma pessoa a preferir perder a memória e o sua "identidade passada" para ser muito feliz, rejeitando a mediana felicidade que frui de se lembrar do seu passado mais ou menos atribulado?
Como pode Pedro Madeira falar em maximização do prazer ao perder a memória quando há gente que sentiria isso como uma fonte de insegurança e de desprazer?
O exemplo apresentado é uma falácia de Madeira e dos que como ele pensam. É deformar o pensamento do filósofo inglês. Foi Stuart Mill quem assegurou que no utilitarismo não há receitas éticas a priori e cada caso é um caso e que é absurdo (como faz Madeira) fazer da quantidade a pedra de toque na preferência de um prazer ao outro:
«Seria absurdo que a avaliação dos prazeres dependesse apenas da quantidade, dado que ao avaliar todas as outras coisas consideramos a qualidade a par da quantidade.»
«Se me perguntarem o que quero dizer com diferença de qualidade nos prazeres, ou o que torna um prazer mais valioso que outro, apenas enquanto prazer, exceptuando o ser em maior quantidade, há apenas uma resposta possível. De dois prazeres, se houver um ao qual todos ou quase todos os que tiveram uma experiência determinada, à margem de qualquer sentimento de obrigação moral para o preferirem, esse é o prazer mais desejável«. ( John Stuart Mill, Utilitarismo, Gradiva, Lisboa, pags. 52-53; o negrito é meu).
«É melhor um ser humano insatisfeito do que um porco satisfeito; um Sócrates insatisfeito do que um idiota satisfeito. E se o idiota, ou o porco, têm opinião diferente, é porque apenas conhecem o seu lado da questão» (Stuart Mill, ibid, pag. 54).
«O que há para decidir se vale a pena a prossecução de um determinado prazer à custa de uma determinada dor, excepto os sentimentos e os juízos de quem tem experiência?» (Mill, ibid, pag 56)
«As principais componentes de uma vida feliz parecem ser duas, cada uma das quais sendo com frequência considerada por si mesma suficiente para o efeito: tranquilidade e excitamento» ( Mill, ibid, pag 59).
Não há, portanto, diferença nenhuma entre utilitarismo de Mill e utilitarismo das preferências. O utilitarismo estabelece preferências ao escolher o modo de maximizar o prazer. Madeira e os filósofos de segunda ou terceira categoria em que bebeu essa falaciosa distinção equivocam-se.
Mill era, seguramente, mais inteligente do que a populaça de autores de filosofia que, arrastando-se sobre o tapete que ele desdobrou, vieram, até hoje, escrevendo sobre o tema e "aperfeiçoando" o conceito de utilitarismo com termos erróneos como utilitarismo das regras e dos actos, utilitarismo das preferências e outros.
© (Direitos de autor para Francisco Limpo de Faria Queiroz)
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