Heidegger chamou a atenção para o facto de o passado de cada ser humano ser um presente designado por sido e neste campo, está em posição similar à de Freud ou Max Scheler. Múltiplos factos do nosso passado, da nossa infância, continuam vivos no nosso inconsciente ou no subconsciente. Não passaram, apenas foram armazenados na «cave» do eu, ocultos por força do devir.
«Enquanto o ser aí (Dasein) existe facticamente, não é nunca passado, mas sim é sempre já sido, no sentido de eu sou sido. E só pode ser sido enquanto é. Passado, chamamos pelo contrário, ao ente que já não é diante dos olhos. Daqui que o ser aí existindo não possa nunca capturar-se a si mesmo como um facto diante dos olhosque com o tempo surge e passa e parcialmente já é passado. O ser aí nunca se encontra a não ser como factum lançado. No encontrar-se o ser aí surpreende-se a si mesmo como o ente que, ainda sendo, já era, quer dizer, é constantemente sido. O sentido primário da facticidade reside no sido. (Martin Heidegger, El ser y el tiempo, Fondo de Cultura Económica, Pág. 355).
Assim, por exemplo, o meu avô, que morreu há décadas, é passado: o seu corpo desapareceu nas entranhas da Terra. Mas a imagem que conservo de o meu avô me levar ao café, quando eu tinha oito anos de idade, e me pôr a conversar com os seus amigos, é sido e não passado porque está viva, em minha memória.
A facticidade é, por conseguinte, o passado, hereditário ou não, biológico, social, profissional, emocional, etc, vertido na taça do presente. Estritamente confinado na sua facticidade, o ser aí, ou seja, cada homem, não tem liberdade, recebe como um destino aquilo que foi. Decerto, a liberdade existe a partir da facticidade - porque há mais ser além desta - mas não no interior desta, tal como a liberdade da planta enraizada no solo não está nas raízes mas sim nas folhas e no caule. A liberdade encontra-se ligada à existenciaridade - ou existencialidade ou existentividade, conforme as traduções-, um dos ingredientes da cura ou cuidado, que Heidegger define assim:
«O projectar-se sobre ele (o advir) "por mor de si mesmo", que se funda no advir, é uma nota essencial da existenciaridade. O sentido primário desta é o advir.» (Martin Heidegger, El ser y el tiempo, Fondo de Cultura Económica, Pág. 355).
«A unidade dos ingredientes constitutivos da cura, existenciaridade, facticidade e queda, tornou possível circunscrever ontologicamente pela primeira vez a totalidade do todo estrutural do ser aí. A estrutura da cura ficou resumida na fórmula existenciária pré-ser-já-em (um mundo) como ser-junto (aos entes que estão diante dentro do mundo). (Martin Heidegger, El ser y el tiempo, Fondo de Cultura Económica, Pág. 344).
© (Direitos de autor para Francisco Limpo de Faria Queiroz)
Para Heidegger, el modo esencial del ser-ahí (cada hombre) es la cura o cuidado, es decir, la ocupación, el deseo de llegar a algo o de llegar a ser algo y la preocupación en todas sus dimensiones (ejemplos: el mantener su salud comiendo y trabajando, el conservar o ampliar su circulo de amigos, el ayudar a su cónyuge, hijos y padres, el conducir el coche en la carretera, el acumular dinero en la cuenta bancaria, el asistir el partido de fútbol o la sesión de cine, el tomar los medicamentos o acorrer a la consulta del médico, el votar en las elecciones, etc, etc)
Se diría que la temporalidad - subjetiva y objetiva a la vez, o, mejor, algo diferente, en cuanto síntesis de ambos estadios - determina la cura, todo el comportamiento del ser-ahí. El tiempo es como el muelle de un viejo reloj que hace mover las manecillas y se detiene en el momento de la muerte. Se compara a la voluntad de vivir en la filosofía de Schopenhauer. El tiempo originario es una fuerza propulsora que se extingue con la muerte de uno, una causa eficiente permanente. La noción de tiempo no como sustancia, sino como fuerza, parece ser una clave del pensamiento heideggeriano.
«La temporalidad hace posible la unidad de la existencia, la facticidad y la caída, constituyendo así originalmente la estructura de la cura. Los elementos de la cura no están simplemente amontonados, como tampoco la temporalidad misma va "con el tiempo", componiéndose de advenir, sido y presente. La temporalidad no "es", en general, un ente. No es, sino que se "temporacía". Por qué, sin embargo, no podemos menos de decir: "la temporalidad es´ el sentido de la cura", "la temporalidad es de tal o cual forma", sólo puede hacerse comprensible por medio de la idea aclarada del ser y del "es" en general. La temporalidad temporacía, y temporacía posibles modos de ella misma. ( )»
«La temporalidad es el original "fuera de si" en y para sí mismo. Llamamos, por ende, a los caracterizados fenómenos del advenir, el sido y el presente los éxtasis de la temporalidad. Ésta no empieza por ser un ente que luego sale de sí, sino que su esencia es la temporación en la unidad de los éxtasis. Lo característico del "tiempo" accesible a la comprensión vulgar consiste entre otras cosas justamente en que en él, en cuanto pura secuencia de ahoras sin principio ni fin, resulta nivelado el carácter extático de la temporalidad original.»
(Martin Heidegger, El Ser y el Tiempo, Fondo de Cultura Económica, pag 356)
Si volvemos a nuestro ejemplo del reloj, ejemplo imperfecto aunque importante, ahí distinguimos muy bien la temporalidad el muelle del reloj del tiempo vulgarmente comprendido, impropio, que parece continuo los números del disco y del ente ser-ahí y otros las manecillas- y del ser el aparato del reloj en su globalidad. Pero la temporalidad es una estructura que articula dos polos opuestos, el del ente y el del tiempo. Así la temporalidad temporacía, fabrica el tiempo, desde el telón de fondo del ser. En cuanto muelle, simbólicamente hablando, en cuanto pieza de metal que goza de elasticidad, la temporalidad engendra directamente el verdadero tiempo, ontológico, es decir, el movimiento del muelle que genera la progresión de las manecillas sobre los números enmarcados en el disco. Este movimiento del muelle se va ralentizando gradualmente y tiene un término, simbolizado por la muerte del ser-ahí, lo que prueba que el tiempo no puede ser nivelado en toda su extensión.
Además Heidegger resaltó el carácter preeminente del advenir en el tiempo original, es decir, en el tiempo del sujeto (ser-ahí) el futuro es más importante que el pasado y sobrepuja incluso al momento presente aunque invade este. Pero el advenir o tiempo originario del ser-ahí es finito:
«El fenómeno primario de la temporalidad original y propia es el advenir. ( ) La cura es ser relativamente a la muerte. ( ) En semejante ser relativamente a su fin existe el ser ahí total y propiamente como el ente que puede ser yecto en la muerte. El ser-ahí no tiene un fin al llegar al cual pura y simplemente cesa, sino que existe finitamente.»
(Martin Heidegger, El Ser y el Tiempo, Fondo de Cultura Económica, pag 357)
El tiempo originario es el del ser-ahí. Y hay un tiempo derivado, de los entes intramundanos, que sobrepasa el de este o aquel ser-ahí que onticamente (en apariencia) muere, pero no es cierto que sea independiente de todo ser ahí si lo fuera, tendríamos el realismo gnoseológico, lo que Heidegger rehuye.
En apariencia, el ser preexiste al tiempo, en un modo algo similar al de Platón: el mundo del Mismo, ser eterno, es anterior al mundo del Semejante, es decir, al mundo del Tiempo y los Movimientos de los cuerpos celestes que le expresan. Quizás Heidegger sustituyó el Mundo del Mismo del «Timeo» platónico por el "ser-ahí" que es creador o co-creador del tiempo originario.
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