En una de sus lecciones de metafísica, Ortega habla de dos mesas: la mesa primaria, del realismo natural, que los sentidos nos ofrecen (de madera o de vidrio, rectangular o circular, etc., que veo e toco aquí) y la mesa científica, del realismo crítico, pensada, casi «insustancial», porque está llena de espacio vacío y átomos moviéndose sin cesar, diferente a las sensaciones que la primera mesa nos produce. Y, reflexionando sobre una y otra, acaba concluyendo que ambas no tienen ser sino serventía para el hombre, en un caso el hombre común, incluso el salvaje, en otro caso el hombre científico:
«Y ahora pregunto: cuando leyendo a Eddington digo que me acerco a la mesa para escribir, ese hacer y esa situación de mi vida que tales palabras enuncian ¿puede consistir en que me acerco a unos electrones? Un salvaje puede también acercarse a la mesa , ya que no para escribir, no para sentarse sobre ella, y ese salvaje, ¿se acerca también a unos electrones?»
«Pero lo mismo vale para la mesa como sustancia. En rigor, la mesa primaria no es uno ni lo otro ni nada. No tiene ser por si: está ahí facilitando o dificultando mi vida, como elemento de ella, me sirve o me desirve, me favorece o me perturba. Cabía decir que eso, favorecerme, es el ser de la mesa. Sin embargo y ¿si huyo porque hay fuego? La mesa me estorba. Y aun ese mismo ser ser facilidad, ser dificultad no es ella, sino que depende de lo que yo tenga que hacer: escribir o huir.»
«Por tanto, la circunstancia, por lo pronto y como tal, no tiene ser; ese mínimo que parecería tener no es de ella, sino de mí. Depende lo que la circunstancia sea de quién sea yo: el que tiene que escribir o el que tiene que correr.»
«Eso transfiere a mí el problema del ser de las cosas. Para responder a ¿que son las cosas? Tengo que preguntarme ¿qué soy yo?»
«Pero yo soy el que tiene que habérselas con la circunstancia, el que tiene que ser en ella. Lo que yo puedo y debo ser depende, pues, a su vez, de ella.»
«El hombre y su circunstancia pelotean el problema del ser se lo devuelven uno al otro lo que indica que el problema del ser es el de lo uno y lo otro, el del hombre y de su circunstancia; el del Todo.»
El hecho radical e irremediable es que el hombre viviendo se encuentra con que ni las cosas ni él tienen ser; con que no tiene más remedio que hacer algo para vivir, que decidir su hacer en cada instante, o lo que es igual, que decidir su ser, y esto incluye, como hemos visto, el ser de las cosas.» ((Ortega y Gasset, Unas lecciones de metafísica, Revista de Occidente en Alianza Editoral, Pág 119-120; la letra negrita es añadida por mí).
Ortega separa aquí, en modo artificial, la causa formal - el qué, o quid- del ser - o consistencia existencial - de la mesa como si solo la causa final - la serventía de algo, el para qué - concediera ser a las cosas. La mesa no tiene ser, consistencia en si misma: solo tiene ser para mí, instrumental. Es una deriva hacía el idealismo pragmático. Es el pragmatismo acoplado a la fenomenología, cambiando esta en un insustancialismo movilista.
Ortega se halla así en la línea de Jean Paul Sartre, aunque no coincidan en todo, pero no en la de Heidegger y la tradición platónica que sostienen que el ser precede el agir Zubiri diría: la actuidad - el ser o acto primero,previo a la potencia - precede a la actualidad y la actualización.
Heidegger díce que el ser-ahí, cada hombre, lleva dentro el ser y que las cosas ante los ojos, llevan, en otro modo, también el ser pero Ortega tiene posición distinta: el hombre y las cosas no poseen ser, esto solo existe en la interconexión hombre-mundo: es el Todo, la vida.
En Ortega, el movimiento de la dualidad origina el ser, la unidad, que es la vida. En Platón, el uno y la díada del pequeño y de lo grande constituyen de suyo el ser y originan, después, el movimiento y las cosas móviles y efímeras. Ortega sustituye la ontología esencialista por la ontología existencialista insustancialista.
© (Direitos de autor para Francisco Limpo de Faria Queiroz)
En su fenomenología de la razón vital, Ortega sostiene un dualismo bajo el monismo de la vida:
«Yo no soy más que un ingrediente de mi vida: el otro es la circunstancia o mundo. Mi vida, pues, contiene ambos dentro de sí, pero ella es una realidad distinta de ambos.» (Ortega y Gasset, Unas lecciones de metafísica, Revista de Occidente en Alianza Editoral, Pág 78; la letra negrita es añadida por mí).
En contra del realismo gnoseológico, Ortega insiste que nuestro "yo" no está espacialmente dentro de múltiples cosas que constituyen el mundo físico:
«En el análisis de la frase "estar yo en la habitación", no conseguimos aclarar el sentido del estar por la sencilla razón de que haciendonos problema del "yo", del en y del estar hemos dejado como cosa de suyo clara el significado de "habitación". (...) Era innevitable que si la habitación es un espacio material, el estar yo en ella tuviesse también un sentido de relación espacial y material con ella.»
«Ahora bien, no hay nada de esto. Yo sostengo que si nuestra vida ahora consiste en estar en la habitación, esta habitación no es en su realidad primaria y propia un espacio, ni es nada material.»(Ortega y Gasset, Unas lecciones de metafísica, Revista de Occidente en Alianza Editoral, Pág 72-73; la letra negrita es añadida por mí).
«La circunstancia (en el caso presente y preciso: esta habitación ) es la otra parte de mi vida. Era un error decir que yo ( parte de mi vida ) formo parte de la otra parte de mi vida que es la habitación. No; formo parte del todo que es mi vida, la cual es un todo precisamente porque yo soy (una) parte distinta de la otra parte que es la habitación.» (Ortega, ibid, Pág 78).
Como esencia, física o psíquica, es obvio que yo no formo parte de la habitación. Pero si mi cuerpo se halla en la habitación y el techo se derrumba, atrapándome, es evidente que mi yo orgánico se queda dentro de la habitación derrumbada y que yo formo parte del espacio de la habitación en dicha circunstancia. El afán de Ortega, igual que Heidegger, de suprimir la noción del «dentro de» - y de interpretar la partícula en no como dentro de sino como junto a, pero fuera de - en consecuencia de la subjetivización del espacio, conduce a la paradoja de decir que yo no estoy en la habitación cuando me encuentro dentro de ella, lo que es parcialmente falso, puesto que mi yo físico está literalmente dentro de la habitación. El yo corporal, dotado de materialidad y espacialidad, está, por algunos momentos, contenido en el espacio material interior a la habitación. La verdad parcelar de la tesis de Ortega es que mi yo psíquico no está realmente dentro de la habitación sino la aprehende desde fuera como esencia, conceptual y empírica, mientras mi yo físico puede estar dentro de ella.
Ortega sigue en la línea de Descartes y Husserl anteponiendo «mi yo» a las «cosas» exteriores. La imprecisión de Ortega es su rigido dualismo yo-circunstancia, es no atestiguar que, infinitas veces, mi circunstancia forma parte de mi yo físico o lo compenetra: si tengo fiebre, es mi circunstancia, que alcanza el interior de mi yo físico, aunque puedo suponer conservarme tranquilo espiritualmente; el ruido demasiado elevado en la habitación vecina - mi circunstancia de ahora - penetra en mis oídos, en mi Yo organico; los besos de la mujer amada - una circunstancia no de siempre - calentan mi piel, influen en mi circulación de la sangre, en mi Yo organico y en mi Yo psíquico.
© (Direitos de autor para Francisco Limpo de Faria Queiroz)
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