José María Carrera escribió:
«La opinión de la historiadora, instructora de yoga y reikista Katherine Subriabre es representativa de una amplia creencia de que «el yoga puede ser una herramienta altamente feminista, porque es una práctica que empodera, que vigoriza, que permite deconstruirnos y reconstruirnos».
Sin embargo, Highton afirma en base al Dalai Lama que «el yoga es la máxima expresión de la practica budista» y éste «alcanza su cumbre en el femicidio ritual».
¿De qué modo? El sacerdote recoge decenas de ejemplos de cómo la misoginia cósmica y este femicidio ritual prueban que, «históricamente hablando, prender fuego a una mujer en el mundo indio no es algo horripilante«.
Y es que, para el budismo, la femineidad se define por ser «un castigo», «una amenaza» y «un botín» que se obtiene «matando a la mujer -en principio, simbólicamente-«, y que lleva al femicidio ritual. «Según el budismo tántrico, el abuso sexual cometido por los monjes no es abuso, sino una bendición y una especial conexión con el maestro que conduce a la iluminación», denuncia Highton. Es algo que no pocas mujeres se esfuerzan en alcanzar, pese a implicar la muerte.
En este sentido, Highton cita al lama Gedün Chöpel para referirse al coito ritual con niñas vírgenes, denominado kumari-puja : «hacerlo forzadamente con una niña pequeña produce severos dolores y lastima sus genitales». La «pedofilia brutal», expone Highton, «es aceptada por el budismo tibetano como un medio óptimo para que el monje alcance la iluminación«.
5º ¿Es el budismo proselitista?
También se encuentra ampliamente extendida la creencia de que el budismo «es una creencia inofensiva que no trata de refutar a nadie«.
Una afirmación que contrasta con la realidad del importante yogui tibetano Tsongkhapa, que dijo que «los tratados de lógica y epistemología budistas son útiles para refutar a los no budistas».
«Los discursos largos de la `biblia budista´ están destinados a atraer convertidos mostrando la superioridad del buda y su doctrina», añade.
«Tenemos ejemplos de muchísimos monjes tibetanos que están invadiendo desde hace décadas el Occidente difundiendo el budismo, el yoga, los mandalas o el reiki», menciona Highton.
Y en algunos casos, la cruz se ve sustituida por el buda, como en Cáceres, que contará con próximamente con el mayor centro budista de Occidente al tiempo que en la ciudad se retiran y símbolos católicos.»
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