En un bello artículo «Ética del Mal», Andrés Ortiz-Osés (Tardienta, Huesca, 1943) filósofo español, catedrático en la Universidad de Deusto-Bilbao, antropólogo y escritor aforístico, fundador de la hermenéutica simbólica, teorizó la posición de Erich Neumann de que es necesario partir de la ética del mal para llegar a la ética del bien:
«En nuestra ética oficial se parte del bien, porque sólo se toma en serio el bien: ética del deber y no del poder ser, ética de la felicidad y del consumo de bien/bienes, ética positiva o heroica, ética formal. El mal y lo malo -kakía, cacón - pertenece aquí a lo material deforme: al Caco, que era un demonio o monstruo, representante de lo negativo como defectuoso (cacós, malus). Ya O. Spengler entrevió como en nuestro clasicismo lo trágico es expulsado al fondo cósmico oscuro de la mater-materia.»
«El bien se hace así trascendental al mal inmanente. Todavía en ciertos textos clásicos, como en Sócrates-Platón, se piensan las realidades fundamentales - como es el caso del amor - dialécticamente, de modo que en el Simposio «eros» es una realidad intermedia, mitad divina y mitad demónica, positiva y negativa, buena y mala.» (...)
«En el prestigioso Círculo de Eranos ha sido el judeoalemán Erich Neumann quien ha planteado la necesidad de una nueva ética frente a la vieja ética.» (...)
«La aceptación del mal es el comienzo de toda sabiduría, ya que se parte de la negatividad tratando de asimilarla, reelaborarla y transustanciarla. El autor preconiza la alianza de Fausto con Mefisto y las Madres, así pues un pacto con el diablo; pero no en el nombre de aquél ni de éstos, sino en el de un principio intermedio e intermediador - daimónico - que, a mi entender, recupera la ambivalencia de los contrarios y su remediación simbólica.»
«Remediación simbólica: porque no hay remedio o sutura real capaz de cerrar la fisura entre los contrarios, la cual no puede superarse definitivamente sino supurarse (el sentido como cataplasma simbólica). Accediendo a la mística judía del Jasidismo, Erich Neumann nos ha legado un estremecedor dictum que hay que interpretar en este horizonte del sentido simbólico:
«Ama tu proprio mal (Böses) como a ti mismo,
pues tal como lo amas, lo amo yo, dice Yahvé.»
De la lucha contra el mal hemos pasado aquí a su asunción, integración y amor - un eco de la máxima evangélica sobre el amor al enemigo - . Algo nunca explicable en una ética del bien, pero implicable en una ética del mal».
(Diccionario interdisciplinar de Hermenéutica, dirigido por A.Ortiz-Osés y P.Lanceros, Universidad de Deusto, Bilbao, 2006, pp.124-125; lo subrayado en bold es colocado por nosotros).
Este artículo está muy bien hecho. Pero levanta cuestiones.
¿La consigna de «ama tu proprio mal» es correcta? La ley de la atración universal o del pensamiento creador sostiene que si uno sufre un cáncer u otra enfermedad no debe pensar en ella, amarla, sino ignorarla, imaginarla suprimida, decir cada día para sí mismo «Estoy cada día mejor, ya no hay cancer, mi cuerpo está limpio, saludable». Un asesino que sigue «amando su proprio mal» seguirá asesinando.
¿Y si Yahvé ama el mal, no confirma esto la tésis de David Icke de que Yahvé es un Dios Serpiente, malévolo?
¿Y el amor al enemigo es amor al mal, o es amor a la persona que pratica accidentalmente el mal? Yo no pienso que el Cristo presentado en los Evangelios nos proponga amar el mal, sino rechazarlo.
¿BIEN Y MAL SON SOLAMENTE RELACIONES?
El catedrático escribe aún:
«Bien y mal no son sustancias sino relaciones - bueno y malo - cuyo correlato es la realidad y nosotros sus (co) relatores. Así, bien y mal se co-dicen: la clave está en que el bien apalabre el mal para explicarlo y abrirlo, así como que el mal comunique con el bien para su coimplicación.»
(Diccionario interdisciplinar de Hermenéutica, dirigido por A.Ortiz-Osés y P.Lanceros, Universidad de Deusto, Bilbao, 2006, pp.124-125; lo subrayado en bold es colocado por nosotros)
A mi opinión, bien y mal son sustancias además de relaciones: una mujer joven, bella, saludable, entrañable es un bien, una sustancia, en el sentido aristotélico de esencia individualizada; un tumor cancerígeno es un mal, una sustancia maligna. El mal y el bien no son solamente relaciones: tienen un sí mismo, un quid, una esencia que se funde con las sustancias diversas. está en estas.
© (Derechos de autor para Francisco Limpo de Faria Queiroz)
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