Diego Sánchez Meca, al igual que la generalidad de los catedráticos de filosofía, no plantea que Aristóteles siguió siendo un platónico al revés ya que anteponía la forma eterna (eidos) a la sustancia (ousía):
«Cada objeto del mundo sensible es una sustancia compuesta de materia (hyle) conformada por una forma (eidos). El entendimiento abstrae esa forma o eidos inherente a una determinada clase o conjunto de seres. De modo que las formas no existen separadas del mundo sensible, sino que es sólo el entendimiento el que hace de ellas una consideración separada. ( )
«El gran esfuerzo metafísico de Aristóteles está, pues, en volver a unir lo universal e inmutable, desde el punto de vista metafísico, con lo concreto y cambiante del mundo fenoménico. Su solución consiste en afirmar que, siendo lo universal real, sólo existe en lo concreto, y que, a su vez, lo concreto existe como tal porque realiza una esencia absoluta,» (Diego Sánchez Meca, Teoría del Conocimiento, Dykinson, pag 86)
Lo que Sánchez Meca no aclara es donde están las formas de los objetos físicos antes de la génesis de cada uno de estos. ¿Donde están la forma árbol y caballo, antes de que surgieran los primeros árboles y los primeros caballos? Sánchez Meca arguye que «las formas no existen separadas del mundo sensible» pero eso es muy vago, impreciso. Es cierto que hay pasajes de la «Metafísica» que inducen en error por el doble sentido del concepto de acto o realidad presente: forma eterna, sin tiempo (enteléquia); realidad de este ahora, en devenir (energeia).
«Así pues, es evidente que si existen realidades fuera de los individuos, tal como algunos acostumbran a hablar de las Formas, la causalidad de las Formas no tendrá utilidad ninguna para explicar las generaciones y las sustancias.» (Aristóteles, Metafísica, Libro VII, 1033 b, 25-30).
Pero si poseemos una visión de conjunto sobre la obra del filósofo, concluimos que, en la filosofía de Aristóteles, sí, las formas están separadas del mundo sensible. Se trata, en rigor, de que nunca están separadas de la materia sensible (hyle) - pero la materia prima no es mundo, sino caos - que aún no existe y constituye una suerte de inmenso océano sin límites en donde se ubican las formas inmóviles y eternas. Pero la forma de esfera es preexistente, está junto a la hylé antes de surgir la forma de esta o aquella esfera de bronce, o madera o plástico y lo mismo sucede con las formas de elefante, hombre, nube, hierba y todos los objetos de la naturaleza.
«En efecto, producir algo determinado no es sino producir algo determinado a partir de lo que es sustrato en sentido absoluto (quiero decir que hacer redondo el bronce no es hacer ni la redondez ni la esfera, sino algo distinto, por ejemplo, tal forma en otra cosa. ( ) Es evidente, pues, que ni se genera la forma (o comoquiera que haya de denominarse la configuración de lo sensible) ni hay generación de ella, y tampoco se genera la esencia (ésta es, en efecto, lo que es generado en otro por arte, por naturaleza, o por alguna potencia).» (Aristóteles, Metafísica, Libro VII, 1033 a, 30, 1033 b, 1-10).
La teoría aristotélica de las formas incorruptibles se trata de una versión inmanente del platonismo, con la diferencia de que en Aristóteles el eidos es un verdadero universal mientras en Platón la idea u ousía inteligible es un singular cuya proyección se convierte en universal..
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