El cristianismo se opone al socialismo: el primero, brota de la teología, de la revelación bíblica de la vida de Jesús Cristo, y del sentimiento natural de compasión de unos hombres hacía los otros, y el segundo emana de un ideal racional de igualdad y fraternidad entre todos los hombres y de un sentimiento de compasión. El cristianismo, al menos en versión católica, se opone, en general, al matrimonio homosexual, al divorcio y al aborto libre y preconiza una discreta sumisión de la hembra al varón en el matrimonio; el socialismo establece el matrimonio homosexual, no se opone al divorcio y favorece el aborto libre, la emancipación de la mujer respecto al hombre, incluso la plena igualdad de la mujer con el hombre en el matrimonio heterosexual. Max Scheler vio muy bien esta distinción al escribir:
«Nietzschze no advirtió que el amor en sentido cristiano está referido siempre, de manera primaria y exclusiva, al sí mismo espiritual ideal del hombre y a su característica de miembro del reino de Díos. Esto tuvo como consecuencia que Nietzschze pudiese identificar la idea cristiana del amor con otra totalmente distinta, que surge en un suelo histórico y psicológico muy distinto y que se funda en valoraciones que también nosotros, con Nietzschze, enraizadas en el resentimiento. Me refiero a la idea y al movimiento de la moderna filantropía universal, del "humanitarismo", "amor a la humanidad" o, dicho plásticamente, "amor a todo cuanto tiene rostro humano". Quien no se quede en el sonido de las palabras y penetre en su significado y atmósfera espiritual al pasar del amor cristiano a la filantropía universal, respirará inmediatamente un aire espiritual distinto. Primeramente la filantropía moderna es un concepto polémico, de protesta, en todos los sentidos. Protesta contra el amor de Díos y por tanto también contra esa unidad y armonía cristianas entre el amor de díos, el amor a uno mismo y el amor al prójimo, tal como lo expresa el "mandamiento básico" del evangelio. El amor debe dirigirse no a lo "divino" en el hombre, sino al hombre en cuanto "hombre", en tanto que puede ser reconocido como miembro de la especie humana, al ser "que tiene rostro humano". Así como esta idea reduce "por arriba" el amor y lo confina al genero humano desligado de todas las fuerzas y valores superiores, así también lo reduce "por abajo", excluyendo de él a los restantes seres animados, al conjunto del mundo.» (Max Scheler, Vom Umsturz der Werte. Abhanlungen und Aufsätze, Vol. III, 1955, citado en Scheller (1874-1928), Antonio Pintor-Ramos, Ediciones del Orto, Madrid, Págs. 77-78; la letra negrita es añadida por nosotros).
El cristianismo, en su versión catolica más conservadora, puede sostener un régimen de tipo nacional fascista - es el caso de los regimenes portugués de Salazar (1932-1974), español de Franco (1939-1975) y de la República francesa de Vichy (1940-1944) - porque carece de suficiente insumisión antifascista y el socialismo, en su versión marxista o marxizante - caso del marxismo leninismo o del socialismo estatal tercermundista - puede sostener un régimen de tipo social fascista, o burocrático totalitario - caso de la Rusia de Lenin y Stalin, del régimen de Cuba, de las dictaduras de Corea del Norte y China- porque carece de suficiente personalismo y sentido de libertad individual frente al colectivo.
La ala izquierda del cristianismo, no marxista, y la ala derecha, social-demócrata reformista, del socialismo, convergen en muchas posiciones filosóficas y político-sociales. En verdad, no se puede hablar de un marxismo cristiano o de un cristianismo marxista, puesto que son antagónicos en sus principios: el marxismo es un humanismo colectivista, no individualista, anti teísta; el cristianismo es un teísmo y un humanismo individualista, excepción hecha al nacional-catolicismo fascista.
Intentando distinguir el amor cristiano como um sentimiento personal, concreto, del amor socialista o de ideal colectivista en tanto que amor impersonal, Scheler escribió:
«Así, por ejemplo, el amor (en el sentido cristiano) es absolutamente amor individual, lo mismo si es amor a uno mismo que si es amor a un extraño, el llamado "amor al prójimo", mas no es amor a alguién como miembro, por ejemplo, de la clase obrera o como "defensor" o "representante" de un colectivo. El "sentimiento social" en la clase obrera nada tiene que ver con el "amor al prójimo"; éste alcanza también al "obrero", pero unicamente como individuo humano.» (Max Scheler, Ética, Caparrós, Pág 170, nota de pie de página; la letra negrita es añadida por nosotros).
Nos podemos preguntar si el amor impersonal plasmado en la teoría de los Derechos Humanos Universales - derechos iguales para todos, excepción hecha a casos especiales de niños, discapacitados y otros - no es condición sine qua non para la irrupción del amor personal, en un modo generalizado... Pero Scheler es categórico: no hay amor a entidades abstractas como la clase social, la nación o la humanidad, solo hay amor al individuo. El amor como acto parece ser una suerte de nominalismo o existencialismo, aunque el valor del Amor y los valores éticos y estéticos son esencias objetivas comunes a todos los individuos.
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